jueves, 29 de enero de 2009

La Unión Europea es un barco común que navega en aguas de la crisis económica mundial, sin fácil desacoplamiento unilateral de sus 27 integrantes ...


LA UNIÓN EUROPEA & SUS DESAVENANCIAS


El Relevo de Francia, la Presidencia Checa & 2009





Lo que nadie había querido admitir en 2007 repentinamente sucedió en 2008, para desembocar en la recesión que envolverá a una Unión Europea convulsa por distintas causas, como mínimo todo el 2009.




No se puede hablar del momento actual sin repasar el turno de presidencia francés con el Presidente Sarkozy a la cabeza. Independientemente del gusto del político francés por mostrar su flair mediático, hay que reconocer que el último semestre de 2008 tuvo numerosos problemas a resolver que ocuparon a un Sarkozy particularmente activo. Lamentablemente, los asuntos no se resuelven cuando uno quiere sino cuando las partes ratifican un acuerdo. Ni se ha podido cerrar el asunto de la crisis financiera, que tiene para largo, con una cumbre de despedida de un mandatario nefasto en Washington D.C., ni se ha puesto punto final al tema de la consolidación de la Unión pendiente de que Irlanda repita el referéndum sobre el Tratado de Lisboa.






En un instante especialmente relevante y crítico, el relevo en la presidencia de la UE por parte de la República Checa preocupa a todo europeísta. Más que por el propio Estado Miembro que ha tomado el relevo a Francia, el recelo lo despierta el Presidente checo, Václav Klaus. Hombre con una trayectoria política en la centro-derecha europea, ocupó el puesto de primer ministro de su país entre 1992 y 1997 y posteriormente la presidencia de la Cámara de Diputados. Es considerado un economista experto en Europa del Este que además trabajó en los años ’70 en el Banco de Checoslovaquia a la sombra del modelo socio-económico soviético.






Reconocido euroescéptico, Klaus tiene unos pensamientos más afines a la Dama de Hierro británica, la conservadora Margaret Thatcher. Aunque los optimistas quiten hierro a su pase por la presidencia de turno en el primer semestre de 2009, por no ocupar Klaus el puesto ejecutivo de primer ministro en la República Checa, no se puede obviar el hecho que como jefe de estado es el que estaría llamado a ratificar acuerdos, si las hubiera. En España, su más reciente visita para impartir una conferencia en la FAES creó polémica por sus declaraciones críticas con el funcionamiento de la UE durante la presidencia francesa. Nada más tomar el relevo el 1º de enero de 2009, Klaus ordenó retirar la bandera de la Unión de la sede de su despacho oficial. Mal comienzo por la falta de diplomacia de aquél que debería estar preparado a mediar en las probables desavenencias durante su turno de presidencia.






Si analizamos los retos que deberá enfrentarse la Unión durante este primer semestre de 2009, debemos resaltar como prioritario la crisis económica que acecha al mundo entero, sin por ello olvidar que hay otras prioridades que se verán condicionadas por los acuerdos o desacuerdos en ese asunto. Lo que preocupa a los convencidos europeístas es la posible intromisión del Presidente Klaus en el ejercicio de funciones europeas del Primer Ministro Mirek Topolánek durante la presidencia de turno de la República Checa. En particular, no hay que olvidar que la crisis del gas ruso ha afectado a este Estado Miembro por depender en un 80 % de su consumo del suministro ruso. Tanto Bulgaria como la República Checa han considerado la reapertura de sus centrales nucleares clausuradas por obsoletas y peligrosas para liberarse de tan peligrosa dependencia.






Si la guerra del gas entre Rusia y Ucrania volviera a estallar por el frágil acuerdo de mínimos alcanzado, la reapertura de dichas centrales nucleares construidas en época soviética crearían un incidente diplomático interno en el seno de la Unión. Es más, la presidencia de turno sería llamada a amonestar a Bulgaria por el incumplimiento de las condiciones de adhesión del estado búlgaro. Ante la propia necesidad en similares circunstancias que pudiera tener la República Checa, es probable que se negara a actuar contra Bulgaria en el cumplimiento de su mandato semestral.






Bien comienza esta presidencia.







La Europa Desunida ante la Crisis – Crisis de Identidad






¿Realmente hay una Europa Unida?






Es una pregunta nada retórica y de profundo calado si se pretende responder con honestidad y buen criterio.






Como las tan cacareadas burbujas que primero se negaban y que después estallaron a lo largo de estos escasos ocho primeros años del Nuevo Milenio, la eclosión inevitable del modelo económico libertino manejado desde despachos privados de los centros financieros mundiales ha puesto en evidencia que la Unión Europea de los 27 no estaba vacunada contra el virus de la globalización sin supervisión.






Hemos escuchado numerosas veces a gurús económicos emplear una frase – “... Cuando EE. UU. estornuda, todo el mundo se resfría ...”, lo que ha venido a demostrar la hegemonía estadounidense sobre los designios económicos del mundo en los últimos 63 años. Lo que ya se ha dado por un hecho, no significa que los distintos mercados financieros no tengan sus propias peculiaridades. Ni tampoco debe olvidarse que los órganos de supervisión que se establecieron en 1945 pudieran haber dejado de ser los más idóneos en un mundo más tecnológico y con sendos procesos de desarrollo multi-ideológicos en curso.






Si tomáramos la propia UE y su estructura económica, nos topamos ya con Estados Miembros procedentes de núcleos económicos en otros tiempos enfrentados. La Unión de los 27 reúne a países que ganaron “la guerra”, al máximo vencido y a los que crecieron a la sombra del Telón de Acero. Los euroescépticos cuando argumentan la defensa de su intransigente postura precisamente aluden a este factor que consideran como irreconciliables sus filosofías político-económicas y sociales, admitiendo únicamente una tolerancia diplomática de espacios compartidos en el escenario internacional.
Sin embargo, la esencia de la Unión se fragua precisamente sobre la base de curar las heridas de una conflagración que sembró los campos de distintas naciones europeas de muertos. La Europa que visionó Monnet e inició Schumann con los convencidos apoyos de Adenauer y Gásperi no sólo pretendía reconstruir una Europa devastada por la II Guerra Mundial sino cerrar definitivamente las pugnas intra-europeas que protagonizaron los imperios residentes en el continente en clara decadencia. Schumann, nacido alemán aunque francés en su ejercicio político, supo evaluar sus distintas percepciones que en otros estuvieron enfrentadas durante dos guerras mundiales. Ya entonces, Europa arrancó con un núcleo incompleto por lo que significó la fría recepción de la iniciativa al otro lado del Canal de la Mancha donde residía aún otro imperio en decadencia.






Desde la firma del acuerdo CECA en 1951 que permitió la homologación del carbón y el acero de los países fundadores de la lo que llegó a conocerse como la Comunidad Económica Europea después de la firma de los Tratados de Roma en 1957 por los seis miembros fundadores hasta la Unión Europea de 27 Estados Miembros del 2009, ha transcurrido algo más de medio siglo.
Con la puesta en marcha el 1º de enero de 1958 de los dos documentos singulares (Tratados de Roma) que son las piedras angulares de la Unión de los 27, arrancó el proyecto común con ambición a dar cobertura a todo el territorio continental incluido los estados isleños europeos. El Tratado de Maastricht conocido también como el Tratado sobre la Unión Europea, firmado el 7 de febrero de 1992 y que entró en efecto el 1º de noviembre de 1993 se sumó a la base de los tratados fundacionales de Roma para formar la esencia de lo que hoy es una unión de 27 Estados Miembros. Ya entonces, las negociaciones fueron duras prolongándose de manera que no se logró un acuerdo hasta el 9 de diciembre de 1991, con rechazo del tratado en referéndum en Dinamarca, lo que aplazó su puesta en uso. Es importante recordar que la retirada de Groenlandia en 1985 a consecuencia de otro referéndum en 1982 ya había creado cierto conflicto en la estructura de la Europa de los 10.






Sin embargo, las dos últimas ampliaciones que incrementaron la Unión en dos fases con diez (2004) y dos (2007) nuevos miembros respectivamente, han obligado a una nueva revisión del compendio de tratados vigentes en 2007. Es de este modo que la Unión de los 27 llega a firmar el último tratado, el de Lisboa. Entre 2004 y 2007, la UE implementó los cambios organizacionales aprobados en el Tratado de Niza (2000) decidiendo redactar una Constitución de la Unión que posteriormente sembró la discordia entre los Estados Miembros hasta la renuncia a la misma, finalmente firmando el 13 de diciembre de 2007 el Tratado de Lisboa que está pendiente de ratificación por los 27. Al cierre del ejercicio de la presidencia francesa (junio-diciembre, 2008), se logró reconducir la negativa irlandesa a dicho tratado, quedando emplazados los ciudadanos a un nuevo referéndum en la República de Irlanda.






Aunque hay una voluntad a lograr la ratificación del Tratado de Lisboa por la totalidad de los 27 antes de los comicios europeos de junio este mismo año, la crisis económica mundial podría hacer peligrar tal objetivo. La presidencia checa no es la más idónea para este momento crítico tanto por el anti-europeísmo de Václav Klaus sino también por ser un nuevo miembro (2004) con escasa trayectoria comunitaria y además con un pasado netamente socialista-comunista. De hecho, las reticencias entre los grandes poderes – Alemania, España, Francia, Italia y Reino Unido – a perder cuota de poder y el control de la hegemonía territorial necesariamente pasan por captar partidarios entre los doce nuevos Estados Miembros. La intransigente postura polaca que dificultó las negociaciones de Lisboa podría volver a resurgir caso de que Irlanda fuera incapaz de superar una votación favorable en el referéndum a convocar.






Si Maastricht significó el nacimiento de la moneda única, el Euro, con su plan de convergencia (Pacto de Estabilidad) que condicionaba a los Estados Miembros a cumplir unos parámetros sobre su gasto público y el cumplimiento de las normativas vigentes, Lisboa debería representar la ratificación del régimen de gobierno a falta de una constitución única que se ha aplazado sine die. El problema surge cuando a mediados de 2008 el mundo entero sufre la convulsión de la crisis económica que arranca al otro lado del Atlántico pero infecta al instante a la banca de corte anglosajón.






En cuestión de tres trimestres, el motor de la economía de la UE, Alemania, ha entrado en recesión con las demás potencias europeas pisándole los talones. El Reino Unido acaba de admitir que también ha cruzado la raya de la recesión. España, Francia e Italia también están en similar situación. Los parámetros de Maastricht, tan celosamente vigiladas para su fiel cumplimiento con algún puntual quebranto por la Alemania del entonces Primer Ministro Schröeder, hoy, no podrán exigirse por lo que se relajarán los controles para que los Estados Miembros puedan meterse en endeudamientos estatales y gastos público superior al límite del 3% fijado en 1992. Así se ha acordado en el seno del ECOFIN de los 27.






Mientras que el Tratado de Maastricht parece haber muerto, el de Lisboa no es más que un incipiente brote pisoteado en las idas y venidas desconfiadas de los socios mal avenidos. La crisis económica con sus efectos mundiales tiene sus particulares consecuencias a una ampliada Unión Europea que padece su primera crisis de identidad.






Todo ello viene a arropar una convocatoria de elecciones en los 27 Estados Miembros para elegir un nuevo Parlamento Europeo sin potestad a legislar pero que deber ratificar la estrategia de una Comisión Europeo cuestionada por algunos de los socios.






Para los europeístas convencidos, la indiferencia que vienen denotando las distintas ciudadanías de los Estados Miembros hacia los asuntos europeos podría incidir notablemente en unas elecciones que pudieran colocar en el Parlamento a los primeros eurodiputados que deban ejercer la potestad de legislar para el conjunto de la Unión.






Para los críticos de la Unión de los 27 y sobre todo los euroescépticos de siempre, elevan el grito al cielo por la burocracia de gran coste que puede acabar con el control de muchas parcelas de actuación, actualmente aún en manos de los políticos locales en cada estado miembro. Hasta critican el que se haya normalizado el sueldo de los futuros eurodiputados que superará los 7.000 Euros al mes linealmente para parlamentarios de todos los Estados Miembros. De hecho, la falta de conocimiento sobre tales modificaciones permite a los contras a difundir información que alimente aún más e desencanto de la múltiple ciudadanía europea.






Mientras unos callan y barren para casa, otros denuncian aquello que consideran que les hace sentirse menospreciados o que creen que les perjudica. Al final, todos descontentos y críticos con una Unión que lleva apoyando el desarrollo de los socios menos industrializados. En consecuencia, la pugna entre países ya en la UE viene a ser tan atroz como con terceros que no pertenecen a la misma.






¿Es ese el comportamiento apropiado para afrontar esta crisis que afecta a todos? El guante esta echado en un año electoral europeo que medirá la credibilidad de un proyecto acosado por factores tanto internos como internacionales.







La Unión Europea en 2009 – Navegando en Aguas de la Crisis






Acechada por la crisis económica que hace tambalear los cimientos de las entidades financieras en todo el continente, la UE en realidad afronta algo más que un desajuste de las economías de sus Estados Miembros. La UE, además, debe afrontar el reajuste de poderes en su estructura interna coincidiendo con una crisis que se originó al otro lado del Atlántico pero cuya repercusión pondrá a prueba su agilidad y flexibilidad en el panorama globalizado de los mercados internacionales.






Han pasado diez años desde el estreno de la moneda única, el Euro, en los países que lograron cumplir los parámetros de convergencia entonces establecidos. Algunos países decidieron permanecer fuera aún cuando hubiesen cumplido con creces los requisitos. Destaco un miembro, el Reino Unido, que prefirió mantener su propia moneda, la libra esterlina, cuya fuerza entonces daba a este miembro de la UE dominio sobre el mercado globalizado de sus antiguas colonias agrupadas en la Commonwealth. A su vez, Suiza no sólo mantuvo su Franco Suizo fuera sino que también votó en referéndum no ingresar en la entonces CEE. Del mismo modo, Noruega se mantuvo fuera de la CEE por motivos algo distintos al país helvético mientras que Suecia había aplazado su entrada al serpentín monetario, acabando por negarse a adoptar el Euro en sustitución de la Corona sueca en un referéndum en 2003.






El Euro arrancó en 1999 con cambios que favorecían monedas más relevantes en el escenario internacional como el Dólar USA y la Libra Esterlina pasando a cambiarse hoy a 1 € = 1,29 $ USA y 1 € = 0,94 Libras. En el primer caso, el Euro ha alcanzado cambios de 1 a 1,40 y la paridad con la Libra esterlina y hasta superarla en la última semana de 2008. Considerando la división interna que ha debilitado el Euro en su camino hacia la unificación monetaria de la Unión Europea, me he preguntado que fortaleza habría alcanzado la moneda europea de haberse unido a la misma la libra esterlina, el franco suizo y las coronas, sueca y noruega.






A pesar de esta desavenencia en uno de los pretendidos pilares de la Unión en proceso de ampliación, la UE ha sido capaz de demostrar mayor fortaleza frente al Dólar USA, el Yen japonés y el Yuan chino. Lo que quizá haya resultado una debilidad ante la desunión interna con el mantenimiento de algunas de las monedas europeas, es la obligación de los Estados Miembros a respetar la Moneda Única perdiendo así su capacidad a poder devaluar sus antiguas monedas. La potestad de devaluación, sin embargo, lo siguen manteniendo el Reino Unido, Suecia, Noruega, Suiza, Estados Unidos, Japón y China. De hecho, China ha empleado el mecanismo para debilitar la posición estadounidense en su intercambio comercial. El Banco de Inglaterra así como el Riksbanken sueco han empleado mecanismos monetarios similares para suavizar los efectos de la crisis sobre sus respectivas economías. En cambio la UE no ha podido usar la devaluación para hacer sus productos cotizados en Euros más atractivos para la exportación.






Lo que en noviembre, 2008 se anuncio a bombo y platillo como el “plan europeo de reactivación” no ha generado la deseada confianza ante una actuación conjunta inexistente. La realidad es que no hay tal unidad de criterio sino una implantación del “sálvese quien pueda” de siempre, básicamente porque las decisiones monetarias siguen siendo potestad casi íntegra de cada Estado Miembro mientras no se apruebe y ratifique por todos los 27 el Tratado de Lisboa. Hasta la fecha, no hemos escuchado de Durao Barroso y los miembros de la Comisión Europea el modus operandi por el cual se procederá a financiar desde los presupuestos de la UE los 15.000 M Euros del mencionado plan. Es más, aún con la mejor voluntad de los Ministros de Economía del ECOFIN a intentar hacer frente común a la crisis, es evidente que ni siquiera los cinco grandes – Alemania, España, Francia, Italia & Reino Unido – comparten posturas para aumentar el gasto público ni las sumas a inyectar o procedimientos a emplear en el rescate de las respectivas bancas en apuros.






Recuerdo cuando a mediados del 2008 el BCE con Trichet a la cabeza ignoraron las recomendaciones de la ECOFIN, con Pedro Solbes y su homólogo irlandés, Brian Lenihan Jr., insistiendo a reducir el precio del dinero para aliviar el Euribor que estaba asfixiando las familias con hipotecas. Entonces el BCE centró su atención al control de la inflación dejando en un segundo plano el asunto del Euribor. El cambio de táctica ha resultado tardío con una evidente pérdida de credibilidad del BCE, una situación nada favorable para motivar el consumo en estos comienzos del 2009. En la tercera parte de este artículo comentaré la implicación española en el BCE y la oportunidad perdida para haber ocupado el puesto del nefasto Jean Claude Trichet.






Todas las previsiones hechas por los organismos mundiales y europeos han tenido que revisarse, con evidentes desaciertos que han generado aún más desconfianza en los mercados de capitales y en las posturas ciudadanas ante el consumo. Cierto es que la tan negada “burbuja inmobiliaria” finalmente ha estallado, afectando principalmente a aquellos Estados Miembros con mayor actividad constructora como son España, Irlanda y el Reino Unido. Lo que parece olvidarse que los beneficios generados en estos países no se han paralizado en entornos donde la construcción se ralentizaba sino que han circulado como capital liberalizado a otros países donde la construcción e inversión inmobiliaria aún ofrecen amplios márgenes de beneficio para rentabilizar su liquidez disponible. Por el contrario, esos mismos constructores han paralizado obras en países tocados por el estallido de la burbuja, ocasionando llamativas suspensiones de pago en cadena. Son estos mismos constructores y promotores, poseedores de liquidez tanto oficial como encubierta, las que han contribuido a notorias quiebras de bancos, sobre todo en el Reino Unido.






La Comisión Europea presidida por Durao Barroso es liberal en su esencia por lo que se ha mostrado contrario a intervención pública en sectores privados involucrados en la crisis. Por ese motivo, a los primeros brotes de una posible quiebra en cadena de bancos que arrancó en el Reino Unido como contagio de los créditos sub-prime en EE. UU., la Comisión impuso sus exigencias de respeto del libre mercado y la libre circulación de capitales. De ese modo, retrasó excesivamente la aprobación de medidas que fueron aprobándose por los Estados Miembros cuando el peligro ya se había convertido en una verdadera epidemia en el Reino Unido, Bélgica, Francia y Alemania. De hecho, el saneamiento llegaba tarde y mal. La confianza se había perdido los capitales libres en parte ya se habían situado en proyectos en El Caribe, Marruecos, Bulgaria o Rumania, entre otros puntos.






Con planteamientos bastante restrictivos por parte de la Comisión Europea, este organismo mostró su obsesión por la liberalización de capitales y la globalización de los mercados a cualquier precio. Esta postura dificulta la recuperación de la confianza no sólo de la ciudadanía en general sino del propio sector financiero europeo. Ello es la principal causa del frenazo en la reactivación de la concesión de créditos, lo que contribuye a empeorar la actuación empresarial, consecuentemente desembocando en una recesión económica con las graves consecuencias de la misma en la creación de empleo y el crecimiento de la actividad empresarial.






Finalmente, la propia postura liberal empecinada durante varios trimestres de la Comisión Europea ha desembocado en una necesidad precisamente de lo que se habían negado a hacer – la mayor regulación y supervisión de las entidades bancarias y financieras en el ámbito de sus actividades empresariales en los territorios de los 27 Estados Miembros. Su postura ha causado un daño económico y social que costará reparar, frenando ayudas públicas y apoyando con ajustes que debieron llegar desde el BCE a mediados del 2008. La consecuente distorsión de la competencia entonces no hubiese sido tan perjudicial como el quebranto del sistema económico a todos los niveles. En cambio, hubiese evitado una gran parte de la tensión sobre el sector financiero que ha desembocado en esta confianza generalizada.






Esas son las aguas sobre las cuales la UE de los 27 debe navegar durante todo 2009 y probablemente gran parte del 2010. Las últimas previsiones de la Comisión Europea han querido reflejar escenarios menos favorables con razonamientos estadísticos que no necesariamente sigan las reacciones imprevisibles de los mercados internos y sobre todo internacionales. Siempre he sido crítico con el abuso del uso de promedios estadísticos que frecuentemente falsean las realidades específicas de situaciones con sus propios parámetros de medición. Tal es el caso de la Unión de los 27, donde las comparaciones resultan irresponsables si no se saben distinguir factores preferentes en subvenciones, exención de normativas, moratorias y hasta legislación estatal diferenciadora entre los Estados miembros.






Para agravar la situación vigente en tiempos de crisis internacional, Bruselas ha pasado a ser una maquinaria burocrática anquilosada que apenas reacciona en tiempo real en situaciones cambiantes que requieren acciones contundentes en el mismo instante. Existen dos principales causas por tan ineficacia :- 1º la ineludible necesidad de negociar cada paso entre los bloques políticos que gobiernan tanto la Comisión Europea como los otros organismos de la Unión, y 2º la falta de un rotundo liderazgo que sea capaz de aunar apoyos multi-partidos alrededor de una única política consensuada en asuntos de interés común.






El mismo Trichet reconoció que las "circunstancias extraordinarias, requieren medidas extraordinarias", sin embargo no fue capaz de implementar sus pensamientos en acciones ágiles para combatir el primer brote de la gravísima crisis financiera que se avecinaba. La consecuencia inevitable ha sido la recesión económica que ya ha comenzado en varios Estados Miembros. Del mismo modo, Durao Barroso no parece ser el alto cargo adecuado para implementar acciones que deberán romper el rígido corsé del neo-liberalismo hoy por hoy afianzado en el seno de la Comisión Europea.






En 2009, la Unión Europea se enfrenta a mucho más que la crisis económica que aún no ha tocado fondo. Su ampliación hasta 27 Estados Miembros con la incorporación de Bulgaria y Rumania en 2007 resultará un lastre para recuperar la agilidad y flexibilidad tan necesaria para esquivar amenazas y aprovechar oportunidades en tiempos de crisis. Merece la pena dedicar particular atención a los puntos que voy a anotar a continuación :-






1. El reparto de fondos europeos esta en un periodo de transición entre los Fondos de Cohesión (España, Grecia, Irlanda y Portugal) que llevan beneficiando a los miembros menos desarrollados que concluirán en 2012, y los Fondos de Convergencia de los 12 nuevos estados miembros cuyo principal beneficiario es Polonia, además de otros miembros procedentes del antiguo bloque soviético.
2. La UE se ha comprometido a una futura ampliación para dar cabida a nuevos miembros procedentes de los Balcanes, incorporación que vuelve a tener una prioridad política sin haber tomado consideraciones económicas antes de la crisis.
3. Las negociaciones de la Ronda de Doha con el francés Lamy al frente de la OMC entrarán en una psicosis proteccionista que dificultará alcanzar acuerdos a corto plazo.
4. La crisis energética mundial tiene un escenario relevante en una Unión Europea compuesto por Estados Miembros dependientes de suministro externos de combustible tanto para uso industrial y doméstico.
5. La moneda europea y el Pacto de Estabilidad condicionarán a los socios adscritos de tal manera que pudiera crear divergencias entre éstos y los Estados miembros excluidos, a la hora de implementar políticas comunes para afrontar la crisis.
6. El presupuesto de la UE pactado hasta el 2012 deberá sufrir una relevante modificación al alza para poder cubrir los compromisos adquiridos por la Comisión Europea en forma de ayudas y subvenciones a los sectores afectados por la crisis. Asimismo, los Estados miembros deberían adecuar sus propios presupuestos anuales facilitando sus respectivos planes a las autoridades de Bruselas, si se quiere supervisar los desvíos del Plan de Estabilidad.
7. La UE no podrá desentenderse de problemas sociales en el entorno de los distintos Estados Miembros que irán desde el incremento en las tasas de desempleo, la repercusión de la crisis sobre la capacidad de consumo de los ciudadanos, el problema de la inmigración y su integración, la adaptación al nuevo Plan Bolonia de las titulaciones universitarias, y sobre todo, el mantenimiento de las prestaciones sociales y sanitarias de una población de 500 M de ciudadanos comunitarios con derechos aún desiguales.






¿Está la Unión Europea en condiciones para afrontar estos retos a lo largo de 2009? No olvidemos que tales cuestiones deberían figurar entre los puntos a resolver de los distintos programas electorales de los partidos europeos que se presentarán a las Elecciones Europeas 2009. Y la ciudadanía está llamada a no languidecer en su falta de voluntad a participar, si verdaderamente se siente europeo y exige a los mandatarios de la Unión una actuación encaminada a resolver la crisis para todos.







La Expansión que Viene - ¿Amenaza u Oportunidad?






¿Cuánto sabe el ciudadano de a pie de las aspiraciones de crecimiento de la Unión Europea? ¿Se ha considerado la relevancia de futuras ampliaciones para la estabilidad de la Unión de más miembros? ¿Se ha decidido hasta dónde se quiere ampliar? ¿Treinta, o más?






El lector debe reflexionar sobre la importancia de las próximas Elecciones Europeas, y las posturas de las opciones políticas propugnadas por los que se postulan para captar nuestro voto. Y por supuesto, debe ejercer ese derecho porque de cada voto dependerá la futura composición del Parlamento Europeo, que cada día pudiera tener mayor poder legislativo y en los futuros nombramientos de los máximos dirigentes de la Unión Europea del Siglo XXI.






Analicemos los posibles efectos de una expansión continuada de la Unión de los 27, partiendo de la base que las dos últimas ampliaciones implican unos fuertes ajustes internos, irrespectivo de si hubiese habido crisis global o no.
La UE está moral y políticamente comprometida a abrir su comunidad económica y socio-política a los países geográficamente europeos aún cuando sus regímenes recientes hayan tenido trayectorias poco afines a los principios de la Europa reunida que arrancó hace medio siglo. En primer lugar, el compromiso moral tiene su origen precisamente en una voluntad de hacer justicia a los errores cometidos en las divisiones fronterizas fruto de las dos conflagraciones mundiales, y si ahondamos quizá tenga su alcance incluso antes de las mismas allá por los Siglos XVII, XVIII y XIX. El segundo compromiso es de índole político-económico, al tener la UE como prioridad la consolidación del modelo democrático occidental de libre mercado en el mayor número de países en el antiguo continente, sobre todo porque se desea evitar una consolidación de estados alrededor de la Rusia del nuevo zar, Vladimir Putin.






Habrá que distinguir tres grupos de países del continente europeo que aspiran a pertenecer a la Unión Europea en expansión : los países pertenecientes a los Balcanes, los antiguos satélites soviéticos aún no adscritos a la UE y Turquía, estado estratégico que une Europa con Oriente Medio. En total, hablamos de una población que se acerca a los 175 M de etnias, culturas y religiones diversas. Si consideramos que la Rusia de Putin tiene una población de casi 145 M, la captación de esa población de los estados colindantes entre la UE y Rusia podría marcar la diferencia en el equilibrio de las fuerzas geopolíticas en la región europea más oriental.






Las fronteras de algunos de dichos países coinciden con estados tan polémicos como estratégicamente poderosos como son Irán, Irak, China, Siria, Afganistán o Pakistán. ¿Cuáles podrían ser las amenazas para la UE tanto si integrara los países de los tres grupos antes mencionados como si no los agregara?






La incorporación menos probable a corto plazo, a pesar de haber un protocolo de adhesión en curso, es la de Turquía. Dicha adhesión ha dividido a los Estados Miembros aunque ninguno de los gobiernos en ejercicio de la UE ven una inminente necesidad en adoptar aún su postura por la esperada lentitud de las negociaciones preliminares. Sin embargo, Turquía produce recelos entre los europeos democristianos mientras que admiten la importancia estratégica de este estado laico poblado mayoritariamente de musulmanes. De hecho, Turquía es miembro de la OTAN desde 1952 (admitida a la vez que Grecia), prácticamente desde la fundación del sistema defensivo aliado en 1949. Se puede decir que Turquía entró a instancias de EE. UU. como parte de la estrategia disuasoria con despliegue de misiles en fronteras logísticas con la entonces USSR. ¿Cómo no recompensar esa lealtad defensiva de Turquía que ha permitido a los países europeos que se agruparon tanto en una alianza militar a través del Tratado de Bruselas en 1948 (posteriormente convertido en la OTAN en 1949 con la incorporación de EE. UU., Canadá, Dinamarca, Islandia, Italia, Noruega y Portugal), y unos años después en una agrupación económica en los que fue el embrión de la UE de hoy?






El año en curso pondrá a prueba la elasticidad de la creciente Unión, primero en el necesario ajuste e integración plena de los 12 miembros más recientes y seguidamente al plantear cuales de los países candidatos (Croacia y Macedonia han iniciado el proceso de incorporación, con acuerdos de adhesión firmados por otros países de los Balcanes sin fecha de inicio) ofrecen garantías de mayor consonancia con las pretendidas futuras políticas económico- sociales de la UE sobre la base del Tratado de Lisboa. Aunque hasta en comienzo de esta crisis mundial, se estimaba que el Miembro Nº 28 de la UE sería Croacia, a estas alturas la Comisión Europea se está planteando dar entrada prioritaria a Islandia, para darle cobertura en la resolución de alarmante situación de quiebra estatal.






El lector que no se haya mantenido al corriente de los movimientos estratégicos económico-políticos en el continente europeo probablemente no sabrá que se fundaron dos agrupaciones económicas con escasamente una década entre sí – la CEE (EEC o The Inner Six) y la AELC (EFTA o The Outer Seven). De la segunda agrupación con 7 socios fundadores, 5 (Austria, Dinamarca, Portugal, Reino Unido y Suecia) han pasado a engrosar los Estados Miembros de la actual Unión. Los restantes socios fundadores (Noruega & Suiza) optaron por permanecer fuera, pasando a invitar a su agrupación a 2 nuevos miembros (Islandia & Liechtenstein). Posteriormente, en 1994, la CE (Comunidad Europea según el Tratado de Maastricht) alcanzó un acuerdo con 3 de los socios fundadores (Islandia, Liechtenstein & Noruega) de la AELC (EFTA) para formar lo que se denominó la Triple E (Espacio Económico Europeo) o EEA en sus siglas en inglés. Suiza prefirió no sumarse, pasando a mantener relaciones económicas con la CE a través de un acuerdo bilateral que sigue vigente en la actualidad con la Unión Europea de los 27. Es por ese motivo que, caso de solicitarlo Islandia, este país tendría preferencia por delante de Croacia para convertirse en el Miembro Nº 28 de la UE.






En un momento de crisis económica, la relevancia del la EEE (EEA) cobra particular relevancia ya que si es cierto que los actuales 4 miembros de la AELC (EFTA) – Islandia, Liechtenstein, Noruega & Suiza – disfrutan de derechos y obligaciones comunes a los 27 Estados Miembros de la UE en cuestiones económicas (libre circulación de capitales & mercancías), aunque no de las políticas socio-económicas ni de las normativas comunitarias en sus otros regímenes operacionales. Ello altera sustancialmente el posible orden de prioridades para cualquier futura ampliación de la UE que se habían fijado en aspectos geopolíticos y de estabilización en los Balcanes con una posible neutralización de las animosidades interculturales entre europeos con distintos arraigos religioso-étnicos. Quizás esta exposición despierte en el lector los cabos sueltos en una madeja que no debe hilvanarse a la ligera.
Mientras se contempla con preocupación todo nuevo intento ruso para reconstruir la desembrada unión de antaño, la UE no puede por menos reconocer que una buena parte de la Europa comunitaria en su vertiente más oriental depende del gas natural procedente de Rusia a través de Ucrania, así como de la pacificación de los conflictos en países fronterizos (Chechenia, Georgia, Osetia). ¿Debe la UE aceptar el reto de la pacificación de los territorios continentales en conflicto con Rusia?






Las amenazas por decisiones mal tomadas en una UE que no ha acabado de consolidar su nuevo organigrama operativo, que además ve como la recesión económica puede mermar la fuerza de sus principales motores impulsores, sin olvidar su fuerte dependencia del petróleo de los países de la OPEP (OPEC) y del gas natural distribuido por la estatal rusa GRAZPROM. Por el contrario, una mesurada ampliación estratégica podría brindar a una UE en recesión nuevos mercados y fuentes de suministro logísticos. ¿Qué podría condicionar tales decisiones a lo largo de 2009?

Las Relaciones UE – EE. UU. 2009-2013 – ¿ La Deuda Saldada ?






Desde el fin de la II Guerra Mundial la Europa occidental democrática ha tenido su destino vinculado a la hegemonía estadounidense en el escenario internacional. Sin embargo, el momento histórico de la elección del primer presidente norteamericano con raíces africanas parece también el momento adecuado para replantearse esa subrogación de la identidad continental por la vuelta a la libertad y democracia otorgada hace seis décadas por la primera potencia del mundo.






La UE de los 27 (casi 500 M) ha superado a EE. UU. (305 M) en el número de ciudadanos adscritos a su agrupación de estados, lo que le otorga mayor peso específico en el panorama internacional. A pesar de ello, los 27 Estados Miembros ven mermada su presencia en los organismos y foros de alcance por sendas cortapisas ex profesamente establecidas a instancias de los Estados Unidos de América, con apoyo del entonces imperio de la Gran Bretaña. Quizás así se comprenda que las sedes de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial estén sobre territorio estadounidense. No menos relevante es la pertenencia de EE. UU. a la OTAN para la defensa de la Europa entonces dividida por la presencia de dos bloques vencedores, los aliados y los soviéticos. Ya en la primera ampliación de la CEE, la desconfianza del entonces Presidente De Gaulle mantuvo a los británicos fuera de la comunidad al desconfiar el mandatario francés del intervencionismo norteamericano a través del fiel aliado, el Reino Unido.






Esa dependencia político-militar de Europa ha marcado una soterrada intromisión emocional en los asuntos económicos que han condicionado las relaciones euro-soviéticas hasta la caída del Muro de Berlín. Solamente fue después de la apertura promovida por el glásnost y el nuevo enfoque económico de la perestroika, ambos de manos de Mijail Gorbachov, que la CE comenzó a entablar un serio intercambio bilateral con la casi extinguida USSR, posteriormente la Rusia de la etapa Yeltsin. De hecho, en la caída de Gorbachov tras el intento de golpe de estado de altos funcionarios del PCUS y del gobierno tuvo mucho que ver la falta de apoyo de la CE a instancias de un debilitado John Major, entonces Primer Ministro británico y de un Presidente George Bush (padre) que no quiso comprometer a EE. UU. más allá de una declaración de condena por la revuelta de 1991. No importó el papel de Gorbachov en la caída del Muro de Berlín y la desaparición del Telón de Acero (apertura de la frontera entre Austria y Hungría), que permitió a un recién elegido Helmut Kohl emprender la reunificación de las dos Alemanias (RFA & RDA) en una única nación como existe hoy, con la entrada automática de los alemanes del Este como ciudadanos de pleno derecho de la CEE.






Hasta ese momento, la Europa de los 12 había mantenido una prudente distancia en sus relaciones con los países al otro lado del Telón de Acero. Había llegado el momento para buscar las afinidades de unos pueblos en un mismo continente e intentar comprender las diferencias por sus diversas idiosincrasias. Los movimientos se iniciaron pero los recorridos para soltar lastre en las relaciones EE. UU. – Europa han sido cortos, sobre todo por la omnipresencia estadounidense en frentes abiertos en el propio continente europeo, el conflicto de los Balcanes. Han sido varios presidentes norteamericanos que han ocupado sucesivamente la Casa Blanca los que han intentado mantener el yugo psicológico del agradecimiento eterno por la invasión de Normandía y la aniquilación del nazismo.






Todo debe tocar su fin, y con la ascensión del primer presidente de color al más alto cargo de los Estados Unidos de América, la Europa continental desarrollada representada por la Unión Europea debe pasar página en sus relaciones bilaterales con los estados agrupados al otro lado del Atlántico. La Nueva Era anunciada por el Presidente Obama debe también marcar una nueva etapa de relaciones políticas, económicas y estrategias de defensa entre EE. UU. y la Unión de los 27.






Apenas faltan unos meses para que el Presidente Obama efectúe su primera visita a la Unión de los 27, cuando acuda primero a la reunión de la G-20 en Londres y posteriormente al Consejo de la OTAN en Estrasburgo. ¿Volverá a establecer el orden de proximidad siguiente a sus predecesores en el cargo o por el contrario intentará establecer un nuevo escenario que le acerque a la realidad de la Europa unida del Siglo XXI?






Entre tanto, el nuevo mandatario ha vuelto a solicitar el apoyo de sus aliados europeos para resolver sendos problemas políticos mayormente imputables a su predecesor, la recolocación de un número de prisioneros de guerra encerrados en el despreciable campo de reclusos de Guantánamo. Seguramente, el Presidente Obama volverá a solicitar fuerzas militares para Afganistán. Además, la UE nuevamente ha tenido que tirar de talonario para sufragar por enésima vez la reconstrucción de territorios palestinos destrozados por ataques del ejército israelí, sin garantías que lo que se reconstruya no se vuelva a destruir mientras Israel se sienta incuestionablemente respaldado por su benefactor estadounidense.






Además, una Nueva Era en los Estados Unidos de América no lo podrá lograr el Presidente Obama por sí solo. Necesitará el apoyo de todos los estados del mundo para impulsar cambios que atañan globalmente a todos, empezando por la crisis económica desatada desde el mayor núcleo financiero, Wall Street. La liberalización de mercados ha llevado a instalarse a las grandes empresas europeas al otro lado del Atlántico, como en antaño lo hicieran las multinacionales norteamericanas en el Viejo Continente que se reconstruía de una guerra mundial. Así se ven intereses cruzados que unen a norteamericanos y europeos en esa situación de crisis de las economías mundiales, de las empresas, grandes, medianas o pequeñas, y en la preocupación de ciudadanos de los respectivos estados que a veces ni saben de los otros que viven en otras partes del globo.






¿Dará Obama la deuda de la liberación del Viejo Continente por saldada o seguirá exigiendo el canon de agradecimiento ad eternum en la línea de sus predecesores?






La Nueva Era anunciada, si se desea predicar con el ejemplo, requiere de este nuevo mandatario estadounidense un examen de conciencia para reconocer el leal servicio que la Europa libre ha prestado a EE. UU. durante más de 60 años. De no ser capaz de admitir esa realidad, el Presidente Obama volvería a medir Europa con un rasero injusto, con el riesgo de ver como la Unión de los 27, por primera vez, le ajusta las cuentas. A pesar de la euforia que haya producido su elección en este continente, no todos los socios de la UE están dispuestos a seguir claudicando a las exigencias norteamericanas tras sus meteduras de pata en el escenario mundial, década tras década.






Probablemente, la postura más crítica la expresará la única vencida de la vieja contienda, la Alemania reunificada de una Ángela Merkel que primero vivió la miseria de la RDA para llegar a encabezar un gobierno conservador en un estado próspero en el seno de la Unión Europea. Ni siquiera el carismático Sarkozy, con su voluntad a complacer, podrá seguir otorgando un beneplácito sin condiciones, sobre todo porque su discurso en defensa del libre mercado y la hegemonía estadounidense se hizo añicos tanto por la eclosión de una crisis económica originada en EE. UU. precisamente por la desregulación irresponsable que ha puesto en tela de juicio tanto el sistema financiero del capitalismo sin escrúpulos y la supremacía estadounidense en el escenario internacional.






En una presidencia de turno algo preocupante para los estrategas de la Comisión Europea y para las cancillerías de los Estados Miembros más proclives a promover buenas relaciones con los EE. UU. de la Nueva Era, el protocolo en uso requerirá que el protagonismo deba ejercerlo el Jefe de Estado que preside la UE este semestre, Václav Klaus. Si bien es un problema para el resto de mandatarios y jefes de gobierno europeos que Klaus pudiera descuadrar los objetivos y las prioridades de esta primera tanda de contactos entre el Presidente Obama y los líderes de la UE, no es menos relevante observar el modo que el norteamericano afronta el reto de su primera gira por territorio de la Unión.






Si como candidato que se postulaba a la Presidencia de EE. UU. efectuó una visita que inició en Berlín, a la semejanza de nada menos que un John Kennedy, pasando después a Paris y cerrando la gira en Londres, el entonces candidato quiso mostrar sobre todo a los norteamericanos que era capaz de dar la talla en un futuro en el áreas de la diplomacia. Sin embargo, su verdadera prueba de fuego tendrá lugar cuando pise de nuevo Europa a principios de abril. Como experto en relaciones internacionales, sabemos que los socios europeos todos desean ser el primero en “hacerse la foto” pero de como suceda el evento del primer encuentro, la voluntad de cooperar con el Presidente estadounidense será mayor o por el contrario menos cálido. Hoy por hoy, hay un creciente sentimiento en Europa que no se puede estar pagando una deuda eternamente y que todo aquél que lo exija se merece el desprecio del deudor. El reto no será para los líderes europeos sino para el Presidente Obama. ¿Líder benefactor magnánimo o eterno cobrador de agradecimiento?







La UE Ante el Reto de los Países Subdesarrollados – Inmigración, Ayudas & Cooperación al Desarrollo






Este espacio político-económico que se viene llamando Unión Europea tiene vínculos que no se limitan a sus fuertes lazos con la gran potencia que ha gobernado la hegemonía del planeta. Por sus pasados coloniales, los Estados Miembros tienen lazos históricos con países en otros continentes que un día pertenecieron a Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Italia, los Países Bajos, Portugal, Suecia y el Reino Unido. Dichas ex-colonias se esparcen por los siete mares y sendos continentes – Asía, África, las Américas, el Caribe, el Pacífico y las Antípodas. Especial atención hay que poner en dos continentes tanto por su mayor proximidad geográfica como histórica – los países ribereños del Norte de África, las ex-colonias de ese continente hoy estados independientes, y las antiguas colonias de las Américas. No hay que olvidar que hasta los Estados Unidos de América fue una colonia de la Corona inglesa y partes de los EE. UU. de hoy antes fueron colonias de España o Francia.






Los imperios de la Vieja Europa ocuparon durante siglos territorios que hasta cambiaron de manos entre las Coronas reinantes en el continente. Finalmente, con el creciente poder de la revolución industrial en Norteamérica, es la joven nación que se había sublevado contra la Corona inglesa la que arrebata al decadente Imperio español Cuba, Puerto Rico y Filipinas, por cierto con una oscura trama para declarar la guerra a España, para comenzar su ascensión a la hegemonía mundial en cuestión de medio siglo.






A pesar de ese desplazamiento de las potencias imperiales europeas, los países de la Europa Continental siempre han sido destino predilecto de los habitantes de la ex-colonias. Por ello, el flujo entre África y América hacia Europa ha traído numerosos inmigrantes a lo largo del último siglo. Mientras unos han deseado buscar sus raíces, otros han encontrado arraigo en tierras que habían ocupado las suyas de nacimiento. En total, el flujo migratorio ha sido una constante aunque con variaciones en su volumen. Básicamente, cuanto mayor número de inmigrantes con dirección a Europa, mayor señal de crisis en los países de origen. Este fenómeno antes poco observado ha llegado a momentos verdaderamente preocupantes en los últimos tres lustros.






La hambruna de África y la pobreza de Latino América han provocado olas migratorias alarmantes hacia destinos europeos, con particular énfasis en algunos puntos de acceso que han causado numerosos muertos que han sembrado los recorridos. Sin embargo, no son las verdaderas cifras relevantes. Ha sido el modo de hacer periodística la que ha puesto el acento en las pateras o cayucos que arriban a Lampedusa, Malta, las Islas Canarias, o las costas españolas del Mediterráneo. Los verdaderos flujos irregulares de inmigrantes ilegales, que constituyen los “sin papeles” en la Unión Europea de hoy llegan no sólo de África y América sino también de Asia y de los países europeos más orientales. La prensa rara vez ha mencionado tales entradas irregulares que en realidad constituyen el grueso de la inmigración ilegal en el territorio de la Unión.






Aquí es imprescindible mencionar otra anomalía de la UE del Nuevo Milenio, equiparable a la descoordinación monetaria por el Euro (supuesta moneda única europea) compartido por unos y no implementado por otros. Me refiero a la implementación de los Acuerdos Schengen (1985 & 1990) en vigor sobre 22 Estados Miembros (menos Bulgaria, Chipre, Irlanda, Liechtenstein, Reino Unido & Rumania) y 3 países AELC/EFTA (Islandia, Noruega & Suiza). Los acuerdos permiten la libre circulación de ciudadanos y vehículos entre cualquier punto dentro de los 25 países signatarios, quedando pendiente la incorporación de Liechtenstein, Bulgaria y Rumania tras el periodo de moratoria aún vigente. Sin embargo, tanto el Reino Unido como Irlanda se negaron a firmar el tratado y a implementar la ley europea, a pesar de ser obligatoria para todos los Estados Miembros, estando en asunto ante los tribunales de la Unión.






¿Por qué la relevancia de esta puntualización? El lector podrá comprobar enseguida que mediante tales acuerdos, hoy ley de la UE, los accesos a los Estados Miembros se diversifican aunque no necesariamente se controlan con la misma eficacia ni rigor.






Aunque en este artículo no entraré en detalles como en otros artículos que aparecen en mi blog sobre la inmigración (ver Inmigración .. en listado del blog), debo hacer hincapié en la relevancia del asunto de la inmigración cuando se habla de futuro, competitividad y resolución de la actual crisis, en lo que a la Unión Europea se refiere.






Analizo la relevancia de la inmigración desde el tema de mayor actualidad del momento, la crisis económica mundial, hasta su importancia a medio y largo plazo para la consolidación de una Unión Europea multicultural posicionada en su justo puesto en el panorama globalizado. A mi entender, los gobernantes de la UE deben tener en cuenta lo siguiente :






1. El gobierno común de 500 M de ciudadanos con sus respectivas idiosincrasias y con una presencia innegable de personas en estatus irregular en el territorio, requiere una visión global de la realidad de la UE del Nuevo Milenio, sin caer en el error de imponer por la “ley del más fuerte”.
2. La Europa unida no puede dar la espalda a los problemas en otros continentes desde donde provienen los flujos migratorios ni meramente aplicar medidas de control de fronteras, sino que debe evaluar tanto su responsabilidad como potencia mundial así como actuar en su papel ético humanitario.
3. La UE en su voluntad de expandirse tiene la obligatoriedad de considerar las desigualdades entre sus ciudadanos para mejor equilibrar mediante acciones consensuadas la consolidación de la calidad de la vida en el territorio de la Unión, no sin recordar que en dicho espacio habitan ciudadanos de estados terceros, algunos sin regularizar sus situaciones de permanencia.
4. Con una tasa de nacimiento del orden del 10 %, la UE debe considerar el valor intrínseco de la inmigración que ha mejorado dicha tasa con el nacimiento entre los inmigrantes residentes, y su aportación hacia la consolidación de los respectivos sistemas de prestaciones sociales como son la atención sanitaria, las pensiones o el desempleo.
5. La movilidad interna dentro de la UE debe tener en cuenta tanto a los potenciales trabajadores de nacionalidades de los Estados Miembros como a aquellos procedentes de países terceros que permanecen en territorio de la Unión, legalizados o sin papeles.
6. El desajuste en conocimientos y habilidades tanto de ciudadanos de los 27 como residentes e ilegales procedentes de terceros países que constituyen hoy la bolsa de potenciales trabajadores, de no ser subsanado será un lastre para el óptimo aprovechamiento de los recursos humanos disponibles.
7. Los flujos migratorios se regulan mejor cuanto más eficazmente se ejecuten los planes de cooperación al desarrollo y se entreguen ayudas entre los países subdesarrollados beneficiarios.






Tomarse a la ligera la creciente participación de los inmigrantes en la economía europea sería un error, tanto por lo que pudiera aportar como el coste que su permanencia pudiera representar. Tampoco hay que dejar de evaluar las aportaciones de los estados europeos a la cooperación al desarrollo y ayudas en proyectos humanitarios en países subdesarrolladas o en vía de desarrollo.






Habiendo trabajado como consultor europeo en asuntos relacionados con la inmigración desde 1990, llamo la atención del lector al hecho que no ha sido hasta 2004 que la UE toma conciencia del grave problema de las fronteras de su territorio, creando entonces la agencia FRONTEX (con sede en Varsovia) cuyo funcionamiento comenzó el 3 de octubre de 2005. A pesar de ello, la atención se puso sobre todo en las fronteras marítimas del sur del continente que han sido el principalmente objetivo de las mafias organizadas involucradas en el tráfico de seres humanos.






Como ya mencioné, el grueso de la inmigración ilegal no corresponde a esa vía de entrada al corresponder la misma a menos de un 10% del total estimado. Es a través de los aeropuertos principales europeos dentro del “territorio Schengen” que arriba la mayor parte de la inmigración ilegal, algunos camuflados dentro del tradicional turismo y otros con visados que posteriormente no se renuevan a pesar de su expiración y permanencia del viajero en territorio europeo. Es notable el flujo asiático que suele aprovechar consulados suizos en sus respectivos territorios, estando los mismos autorizados a emitir visados de entrada a la EU sin apenas comprobación de los fines de los viajes. Asimismo, el control en aeropuertos de entrada de pasajeros en tránsito hacia otros destinos Schengen es bastante laxo, al considerar que el viajero no busca permanecer en ese territorio de arribo. Y me pregunto, ¿qué no es un territorio común Ámsterdam, Berlín, Paris, Madrid, Roma o Varsovia?






El reto de la UE del Siglo XXI no se delimita por sus fronteras con otros países no miembros sino que se extiende hasta a territorios terceros a través de mares y en otros continentes. En evitar la hambruna y pobreza en otros países menos favorecidos y aún por desarrollar, la UE estará forjando su propia consolidación en asuntos tan relevantes como son los económicos y los aún más prioritarios como los sociales y medioambientales. Por lo tanto, se debería revisar todos los planes de cooperación y todas las entregas de ayudas humanitarias, para que tales fondos verdaderamente lleguen a los destinatarios, y apoyen en el desarrollo. De lo contrario, ni aplacará el hambre ni creará trabajo estable que elimine la necesidad de emigrar hacia los territorios europeos en busca de la deseada calidad de vida.


Las Políticas Energética & Medioambiental de una Unión Europea Creciente






Lo que nos trae a un tema polémico que parece haberse ahogado momentáneamente entre el maremágnum de los desmanes financieros que han desatado la crisis económica a nivel mundial – las previsiones medioambientales para dar cumplimiento al Protocolo de Kioto y la configuración energética de un territorio común único.






Hay que reconocer que además de la dependencia de suministros de terceros países tanto del petróleo como del gas natural, y con limitaciones en suministros propios principalmente de las minas europeas del carbón, la UE puede ver mermada su capacidad industrial y su competitividad en el escenario internacional. Además, el coste que representa el dar cumplimiento a la reducción de la emisión de gases a la atmósfera de acuerdo a lo pactado en Kioto, significa un factor en el ajuste de costes de producción. De hecho, las desavenencias han vuelto a aflorar en momentos de crisis, al considerar algunos socios, como es el caso de Italia, que los gastos en medidas medioambientales no proceden en tales circunstancias extraordinarias.






¿Realmente hay un único plan europeo energético y medioambiental?






Como el primer consultor español que se inscribió en 1990 en el registro de la Agencia Europea de Medioambiente (EEA), el autor siempre ha estado involucrado en los seguimientos del desarrollo medioambiental en los países miembros de dicha agencia. A fecha de hoy, la agencia EEA consta de 32 asociados – los 27 Estados Miembros de la UE, los 4 países de la AELC (EFTA) y un candidato al ingreso, Turquía. La UE ratificó el acuerdo pactando cada Estado Miembro la reducción de emisión de gases en su territorio, estando únicamente pendiente la definición de la postura turca entre los asociados de la EEA.






Lo del cumplimiento ya es harina de otro costal. Si revisáramos país por país a nivel mundial, el grado de incumplimiento es escandaloso tanto entre los Estados Miembros de la UE como entre los otros contaminadores natos como pudieran ser China o los Estados Unidos (firmante del protocolo que no ha ratificado). Ante la eclosión de las burbujas, financiera e inmobiliaria, que ha desembocado en esta atroz crisis económica a nivel global, los países que ya mostraban reticencias a la firma del protocolo entre el 16 de marzo de 1998 y el 15 de marzo de 1999 han vuelto a la carga para pedir una moratoria en la implementación en curso.






Con la llegada de Barack Obama a la presidencia estadounidense, la UE tiene por primera vez un mandatario receptivo a la postura unionista de fiel cumplimiento del Protocolo de Kioto. ¿Sabrán estar unidos los 27 para dar ejemplo y marcar el camino al aliado del otro lado del Atlántico? Precisamente, el asunto medioambiental podría convertirse en el tercer tema del primer periplo de Obama por Europa. La mención de España como ejemplo a seguir en su esfuerzo en energías renovables y las primeras acciones en EE. UU. para encaminar a nuevos planteamientos en energías y modelos automovilísticos amigables al medioambiente es un signo esperanzador.






La UE debería aprovechar esa postura receptiva del mandatario estadounidense y la presencia de empresas europeas de energías renovables al otro lado del Atlántico para poner en orden su propia casa, todos a una. ¿A qué me refiero? Al ordenamiento del escenario energético europeo para consolidar en unos pocos holdings energéticos estratégicamente ubicados el control de la energía a distribuir en el territorio de la Unión.






No hay que olvidar que la UE fijó en diciembre, 2008 sus objetivos para 2020 que incluyen tres puntos :







1º Reducción en un 20% (comparadas a las de 1990) las emisiones de gases para 2020
2º Convertir el 20% de su producción energética a energías renovables
3º Recortar en un 20% su consumo energético






Sin embargo, la UE que hará de anfitrión del encuentro auspiciado por las Naciones Unidas en diciembre en Copenhague estaría dispuesta a elevar la reducción de emisiones hasta el 30% si las otras partes aceptan un acuerdo global de las partes.







Lo que sucede, es que la UE debe mantener un delicado equilibrio en sus andaduras medioambientales, precisamente por su dependencia de suministro energético externo y las relaciones diplomáticas que mantiene con países políticamente enfrentados. En la primera parte de este análisis, ya presenté un panorama global del asunto energético en el nuevo orden político mundial, para que el lector comprendiera la importancia de la batalla soterrada en los intereses creados alrededor del desarrollo sostenible propugnado por unos y rechazado por otros.







El primer proyecto nuclear desde el desastre de Chernóbil en 1986 se construye actualmente en Finlandia para la firma TVO. Pretende ser la mayor central nuclear en el mundo pero ha tropezado con retrasos en sus previsiones y un incremento inesperado de la inversión para su construcción, que hoy pone en duda si Olkiluoto-3 vaya a ser capaz de producir electricidad a un precio competitivo. Siguiendo esos pasos y también en suelo finlandés, la alemana E.ON se ha asociado a inversores locales en el proyecto recién aprobado denominado Fennovoima. Mientras Olkiluoto-3 prevé ahora su arranque para 2012 en vez de 2011, Fennovoima estima que entrará en servicio en 2020. Similares proyectos están a punto de aprobarse en el Reino Unido, donde empresas europeas pujan por participar. Sin embargo, ante las demoras en el proyecto de la firma TVO y el incremento de costes, comienza a cuestionarse la conveniencia de nuevas construcciones de centrales nucleares para lentamente dirigir las miradas hacia las energías renovables. La apuesta española que ha recibido alabanzas por parte del nuevo inquilino de la Casa Blanca y los indicios que EE. UU. pudiera finalmente apostar por tales energías limpias, han influido en una reflexión de sus respectivos planteamientos entre varios Estados Miembros de la Unión.







Si al considerar los plazos arriba mencionados y el dudoso coste de las futuras centrales nucleares, los países que siguen optando por la producción convencional de la energía (centrales térmicas), siguen considerando la importancia del suministro del gas natural para las plantas que emplean esta materia prima. Y aquí nos vemos obligados a tener en cuenta que los conflictos de Afganistán e Irak siempre estuvieron vinculados a estrategias energéticas de las grandes potencias – EE. UU., Rusia y la U.E. – al intentar buscar vías alternativas de suministro procedentes de los nuevos yacimientos en los estados asiáticos de Azerbaiyán, Kazakstán y Turkmenistán. Es curioso el entramado montado que pocos conocen en profundidad, incluso entre las cancillerías de los Estados Miembros de la U.E., que abarca una serie de pactos entre intereses privados cruzados con las participaciones estatales en los negocios energéticos.







¿Está Europa unida en una única postura ante el asunto energético? La respuesta es un rotundo NO.







Para que el lector conozca la realidad del momento y los efectos que el tema energético tendrá a medio-largo plazo sobre las economías en crisis de los Estados Miembros de la U.E., procedo a explicar los proyectos de gas natural que confluyen con los nucleares antes descritos. Ante los permanentes problemas de suministro de la rusa GAZPROM a través de Ucrania, la U.E. lanzó hace ya un lustro la propuesta para la construcción de un nuevo gasoducto que pretende acercar el gas asiático aún no sometido a la tutela de la empresa estatal rusa ni tampoco sometida a posibles chantajes de los antiguos países soviéticos en constante trifulca con sus vecinos rusos. Denominado Nabucco, el proyecto de construcción está patrocinado por la U.E. y EE. UU., en su voluntad de restar protagonismo a Rusia en el mundo del gas natural. No hay que olvidar que Rusia está promoviendo una asociación al estilo de la OPEP (OPEC) con otros productores de gas natural, donde Algeria (suministrador de España) podría formar tándem con Rusia para la constitución del nuevo grupo de presión. Para este proyecto, los promotores cuentan con el beneplácito de Turquía, y necesariamente tendrá que cruzar territorio iraquí, por lo que se explica la necesidad de la pacificación de ese país.







Sin embargo, Rusia ha contraatacado proponiendo una nueva vía de suministro que esquive Ucrania, pasando el gas natural desde la costa rusa del Mar Negro hasta los países sureños de Europa. Es por ese motivo que el proyecto se ha bautizado con el sobrenombre South Stream (Flujo Sur), y cuenta con la activa participación de la ENI (estatal) italiana y el beneplácito de China, que no ve con buenos ojos que Azerbaiyán esté activamente involucrado en el proyecto Nabucco.







No son pocos los problemas que ambos proyectos afrontan. Aunque hay que admitir que South Stream con un recorrido que debería cubrir la distancia sumergida del Mar Negro para unir Rusia a Bulgaria y posteriormente otro recorrido similar a través del Adriático de Grecia a Italia con las dificultades que tales obras implican, GAZPROM sabe que dispone de suministro de gas para llenar el gasoducto una vez culminada la construcción. Por el contrario, el proyecto Nabucco con sus 3.300 kilómetros desde el este de Turquía y cruzando Bulgaria, Rumania, Hungría, para desembocar el Austria, no sólo tienen aún por definir la financiación del proyecto sino que no tienen asegurada el suministro del gas natural, salvo el compromiso de Azerbaiyán, y el interés de Kazakstán y Turkmenistán, con posibilidades a ampliar los proveedores de los otros países de Medio Oriente.







No hay que olvidar que los movimientos de alianzas energéticas entre empresas europeas tanto privadas como estatales están en pleno apogeo en este último lustro, no habiendo cesado con la entrada de ENI en el accionariado de ENDESA, y con la silenciosa presencia del ENEL italiano en el accionariado de UNIÓN FENOSA GAS, o los movimientos de E.ON e Iberdrola en el Reino Unido y la fusión de SUEZ y GAS DE FRANCE en el país vecino. Las alianzas intra-unión de estas empresas han sucedido mientras Alemania pactaba sus propias alianzas con la estatal rusa GAZPROM, con la constitución de una empresa mixta para la construcción de vías alternativas de suministro, sociedad presidida pro nada menos que el ex-canciller Gerhard Schröeder.







Resumiendo, los intereses creados cruzados que atañan a los Estados Miembros de la Unión, a Rusia como proveedor actual y a EE. UU. como interesado político en el logro de una estabilidad político-económica de los países de Medio Oriente, hacen impensable que la Comisión Europea pueda mantener a raya los distintos enfoques partidistas de los socios implicados. Es más, los asuntos energéticos y medioambientales dentro del seno de la U.E. no podrán desvincularse de temas estrictamente geo-políticos como pudiera ser los escudos de misiles en Polonia, la guerra de Afganistán, la retirada de las tropas norteamericanas y británicas de Irak, el conflicto palestino-israelí, el desarrollo nuclear en Irán o el ingreso de Turquía en la Unión.







La Nueva Hegemonía en el Siglo XXI – ¿ EE. UU. con Europa o Asia ?







Sabias palabras pronunció Albert Einstein cuando dijo, “La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y países porque la crisis trae progresos . . . Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedarse superado . . .". Estamos en un momento como ese que requiere implementar progresos, o sea, mejoras de aquello caduco que ya hemos consumido y superado.







A nivel mundial, el modelo de Bretton Woods impuestos por vencedores de antaño no tiene vigencia en un nuevo orden social que tiene como lo locomotoras de la macroeconomía a dos de los entonces vencidos en la guerra, Alemania y Japón. Ya no constamos de vencedores y vencidos sino de una comunidad internacional que debe afrontar retos bien distintos en un mundo cada vez más enfrascado en la innovación que trae consigo la implantación de nuevas tecnologías y aspiraciones socio-económicas propias del Siglo XXI.







Opino que el mundo exige una nueva hegemonía que no tenga su espíritu coartado por legados de antaño sino por las oportunidades que brindan el presente. Aquél nación que se puso a luchar contra un tirano hoy no puede exigir tributo perpetuo para consigo mismo, cuando no ha sabido estar a la altura de la confianza depositada en su hegemonía como regidor del mundo democrático y libre.







La solvencia de la Unión Europea, a pesar de las desavenencias que pudiera haber en su seno ampliado, es incuestionable y hasta un referente para el mundo entero. El modelo económico anglosajón con los excesos en el manejo financiero desde sus sedes de Wall Street y la City londinense son los que han provocado esta situación global de crisis. Sería impropio de un bloque occidental que cuenta con tantos nexos estratégicos políticos el no poder aunar fuerzas en una nueva hegemonía, para ceder la misma a economías emergentes en otros continentes. Me refiero a que el cambio del equilibrio de fuerzas es inevitable – o EE. UU. accede a compartir la hegemonía con la Unión de los 27 hoy, o sucumbe a una nueva hegemonía de los creciente valores asiáticos, principalmente China y en un menor grado la India, con Japón en la sombra.







Mientras que EE. UU. necesita de la Europa unida para mantener a raya las ambiciones del nuevo zar, Vladimir Putin, también la U.E. necesita de EE. UU. para moldear adecuadamente el potencial de las economías emergentes en la imagen de un desarrollo sostenible. De conseguir China una posición dominante en el escenario mundial, el mundo correría el riesgo de acabar por enterrar todo intento de equilibrio medioambiental en un mejor reparto de la riqueza en el planeta.







¿Sabrán los encargados de las presidencias de turno de los dos semestres de 2009, República Checa y Suecia, navegar por estas aguas de crisis hacia un puerto seguro común de los actuales 27 socios?

Fernando Fuster-Fabra Fdz.

Relaciones Internacionales

2009 - El Año de la Transformación del Talento